Una de las razones principales de las llamadas CIUDADES 30 para establecer límites de velocidad más bajos es la seguridad vial, tanto en materia de reducción de accidentes como en la severidad de las lesiones resultantes.
Numerosos estudios han mostrado que una velocidad de 30 km/h es mucho más segura que 50 km/h, especialmente en áreas con alta densidad de usuarios vulnerables, es decir, los peatones, motociclistas y ciclistas. A menor velocidad, los conductores tienen más tiempo para reaccionar ante imprevistos, y las colisiones tienden a ser menos graves.
Pero ¿por qué 30km/h? Hay tres aspectos clave relativos al efecto de la velocidad en la seguridad vial:
Efecto Túnel: A mayor velocidad, nuestra visión se reduce y sólo podemos procesar lo que está justo frente a nosotros. Esto significa menor capacidad para reaccionar a lo que ocurre en los bordes de la carretera. Bajar la velocidad de 50 km/h a 30 km/h mejora nuestra percepción y reduce accidentes.
Efecto Gravedad: La velocidad también aumenta drásticamente los daños en caso de colisión. Por ejemplo, a 40 km/h el impacto es cuatro veces mayor que a 20 km/h.
Efecto Retardo: Cuanto más rápido vamos, más distancia necesitamos para detenernos después de frenar. Reducir la velocidad permite frenar en distancias más cortas, aumentando la seguridad.
Las cifras son serias: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el riesgo de muerte de un peatón golpeado por un vehículo a 30 km/h es de aproximadamente 10%, mientras que a 50 km/h el riesgo aumenta hasta el 80%.
Esta limitación de velocidad puede asegurar la supervivencia en la gran mayoría de los casos: se ha comprobado que disminuye en un 3% el riesgo de sufrir heridas graves y en un 4% el de accidentes con víctimas mortales.
La reducción del límite de velocidad mejora la eficacia de los sistemas de seguridad de los vehículos, además de reducir considerablemente la distancia de frenado: a 30km/h se necesitan 14 metros de media para detener un vehículo, mientras que a 50 km/h serán necesarios 30 metros.
Como decimos, los límites de velocidad reducidos protegen particularmente a los usuarios vulnerables de la vía, como peatones, motos y bicicletas. En la mayoría de las ciudades, las áreas escolares, zonas residenciales y centros comerciales son lugares donde la interacción entre vehículos y peatones es frecuente. Al limitar la velocidad a 30 km/h, se crea un entorno más seguro para todos.
Recordemos que el límite de velocidad de 30 km/h en áreas urbanas se aplica a las calles con un carril por sentido de circulación. Las arterias principales y anillos periféricos, que representan el 20% de las calles y soportan el 80% del tráfico, mantienen un límite de 50 km/h.
Y más allá de la seguridad vial, estos límites de velocidad tienen un efecto positivo en la calidad de vida urbana.
Si hablamos de decibelios, la reducción del ruido del tráfico es uno de los beneficios directos más evidentes. Un informe del Instituto DKV muestra que se pasa de un 33% de ruido a 50 km/h a tan sólo un 6% a 30 km/h. Menos velocidad significa menos ruido de motor y menos contaminación acústica, lo que contribuye a un ambiente más tranquilo y habitable.
Y, en cuanto a la contaminación, los niveles de emisión de gases que producen efecto invernadero pueden bajar entre un 10% y un 15%.
Además, se ha observado que contribuye a la disminución de atascos y a una circulación más fluida, ya que las velocidades de automóviles y ciclistas se equiparan más.
Vemos así que la evidencia global respalda firmemente el límite de velocidad de 30km/h. Con un enfoque adecuado en la educación y la sensibilización, las ciudades pueden adoptar esta medida para crear entornos más seguros, saludables y habitables para todos.